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El asma es una enfermedad crónica que afecta las vías respiratorias, que son conductos que llevan el aire hacia dentro y fuera de los pulmones. Cuando una persona tiene asma las paredes internas de estas vías se estrechan dificultando el paso de aire, lo que podría causar respiración con silbido, tos, rigidez torácica y dificultades para respirar, especialmente temprano en la mañana o por la noche. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, OMS, se estima que alrededor de 235 millones de personas en todo el mundo sufren asma. En México, esta patología es altamente prevalente y de acuerdo con el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER), por lo menos 1 de cada 10 mexicanos la padece. Por su parte, el Instituto Nacional de Pediatría (INP) calcula que cerca del 15% de la población infantil tiene asma y reporta a las crisis asmáticas como una de las tres primeras causas de atención en urgencia pediátrica. Quienes tienen antecedentes familiares de alergia o asma tienen más propensión a desarrollarla. Las personas que sufren asma son extremadamente sensibles o hiperreactivas a ciertas cosas, como el polvo o el humo de los cigarrillos. El asma afecta a las personas en diferentes formas, algunas sólo tienen ataques durante la temporada de alergias, cuando respiran aire frío o cuando hacen ejercicio. Actualmente las investigaciones en genómica están contribuyendo al conocimiento de las bases genéticas del asma, aportando información que permite entender los mecanismos moleculares que subyacen al desarrollo, progresión y gravedad de la enfermedad. Además, está conduciendo a la identificación de marcadores genéticos que permiten detectar casos no respondedores a los tratamientos convencionales y esto, sin duda, tiene repercusiones relevantes en la calidad de vida del paciente. Es importante mencionar que no hay cura para el asma, pero una vez que es diagnosticada adecuadamente se podrá manejar su afección y la calidad de vida de quien la padece mejorará. Fuentes
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